Con la llegada del frío, los resfriados y las infecciones respiratorias se vuelven protagonistas. A todos nos ha pasado: bajan las temperaturas, sacamos las bufandas del armario… y llega el primer catarro. Pero, ¿realmente el frío es el culpable de que enfermemos más en otoño e invierno?
La respuesta es más compleja de lo que parece. El frío, por sí solo, no causa los resfriados. Lo que sí hace es crear el ambiente ideal para que los virus se propaguen con mayor facilidad y nuestro sistema inmune esté más vulnerable. Desde Farmacia Virgen de África, te explicamos qué ocurre realmente y cómo puedes protegerte.
El frío no causa resfriados, pero sí ayuda a los virus
Los resfriados y la gripe son causados por virus, principalmente el rinovirus y el virus de la influenza. Estos microorganismos están presentes todo el año, pero encuentran en el otoño y el invierno las condiciones perfectas para sobrevivir y transmitirse.
Las bajas temperaturas y la menor humedad del aire favorecen su estabilidad, haciendo que permanezcan activos más tiempo en el ambiente y en las superficies. De esta forma, basta un simple estornudo o contacto con las manos para que el contagio se produzca con mayor facilidad.
Además, en esta época del año tendemos a pasar más tiempo en espacios cerrados, con poca ventilación y rodeados de otras personas, lo que multiplica las probabilidades de exposición a estos virus.
Mayor supervivencia de los virus en ambientes fríos y secos
Los virus respiratorios, especialmente el rinovirus, tienen una “preferencia” por los entornos fríos y secos. En condiciones de baja humedad, las gotitas respiratorias que contienen los virus se evaporan más rápido y se vuelven más ligeras, permaneciendo más tiempo suspendidas en el aire.
Esto explica por qué el contagio es más frecuente en otoño e invierno: los virus pueden viajar más lejos y sobrevivir más tiempo fuera del organismo. En cambio, en ambientes cálidos y húmedos, las gotitas son más grandes y caen al suelo rápidamente, reduciendo el riesgo de transmisión.
En otras palabras, el frío no enferma, pero sí actúa como un “aliado” de los virus.
Más tiempo en interiores: el contagio se multiplica
Otro factor clave es nuestro comportamiento durante los meses fríos. Cuando bajan las temperaturas, pasamos más horas en lugares cerrados —como casas, oficinas, colegios o transportes—, donde el aire se renueva con menos frecuencia y el contacto entre personas es más estrecho.
En estos espacios, un simple estornudo o tos puede liberar miles de partículas virales que, al no dispersarse al exterior, circulan durante más tiempo y aumentan la posibilidad de contagio.
Por eso, la ventilación adecuada de los espacios es una de las medidas más importantes para prevenir infecciones respiratorias en otoño e invierno. Bastan unos minutos al día para renovar el aire y reducir significativamente la concentración de virus en el ambiente.
Aire seco: mucosas más vulnerables
El aire frío y seco del invierno no solo afecta al ambiente, sino también a nuestro propio cuerpo. Las mucosas nasales —la primera barrera defensiva frente a virus y bacterias— necesitan mantenerse húmedas para funcionar correctamente.
Cuando el aire es demasiado seco, estas mucosas se resecan, se irritan y pierden parte de su capacidad para atrapar y neutralizar los agentes patógenos. Como resultado, los virus tienen más facilidad para penetrar en las vías respiratorias y causar infección.
Por eso, mantener una buena hidratación y usar humidificadores en ambientes cerrados puede ser de gran ayuda durante los meses más fríos.
El frío ralentiza los “cilios” de defensa
Nuestro sistema respiratorio cuenta con una defensa natural: los cilios, unas diminutas estructuras que recubren las vías respiratorias y actúan como cepillos que empujan el moco y los microorganismos hacia el exterior.
Sin embargo, cuando las temperaturas descienden, la movilidad de los cilios se ralentiza, lo que dificulta la eliminación de virus y gérmenes. Este mecanismo explica por qué, en invierno, el cuerpo tarda más en “limpiar” las vías respiratorias y resulta más vulnerable ante los patógenos.
Sistema inmune alterado por el cambio de estación
Las bajas temperaturas y la reducción de horas de luz también afectan a nuestro sistema inmunitario. En invierno, solemos tener menores niveles de vitamina D debido a la menor exposición solar, lo que puede reducir la eficacia de nuestras defensas naturales.
A esto se suman otros factores como el estrés, el cansancio o los cambios en la alimentación, que pueden debilitar la respuesta inmunitaria y facilitar las infecciones respiratorias.
Por ello, cuidar el sistema inmune es clave en esta época del año. Dormir lo suficiente, mantener una dieta equilibrada rica en frutas, verduras y proteínas, y practicar ejercicio de forma regular son hábitos que ayudan a mantener las defensas en buen estado.
Cómo protegerte este otoño e invierno
Aunque no podamos evitar por completo los virus, sí podemos reducir el riesgo de resfriarnos siguiendo algunas recomendaciones sencillas:
Ventila los espacios cerrados cada día.
Mantén una buena higiene de manos.
Evita tocarte la cara con frecuencia.
Hidrata tus mucosas y bebe suficiente agua.
Refuerza tus defensas con una alimentación saludable.
Consulta en tu farmacia sobre complementos inmunitarios si lo necesitas.
